Bad Blake, el protagonista de Crazy Heart, canta: "I used to be somebody, now I am somebody else". También reza: "One day at a time". Y son dos afirmaciones que a menudo también me digo a mí misma.
domingo, 31 de octubre de 2010
CRAZY HEART
Bad Blake, el protagonista de Crazy Heart, canta: "I used to be somebody, now I am somebody else". También reza: "One day at a time". Y son dos afirmaciones que a menudo también me digo a mí misma.
sábado, 30 de octubre de 2010
DERECHO A LA NEURONA MÁS PROFUNDA DE LA EMOCIÓN
Este fin de semana el festival de cortos Subtravelling ha dejado paso a los documentales musicales del In-Edit. Y luego dicen que en Barcelona no se cuecen cosas... ¡Si yo no doy abasto!
DESPEDIDA
Era mayo del 96. Una mujer teñida de rubio se sentó en un banco, en frente de la catedral. Llevaba gafas oscuras y un pañuelo de flores en la mano. A los diez minutos apareció un señor un poco mayor que ella y se sentó a su lado. Se dieron un beso frío. La mujer no se quitó las gafas. El hombre no decía nada. La mujer le hablaba bajito y acariciaba nerviosamente las puntas del pañuelo que aún tenía entre las manos. El hombre se pasaba la mano por el pelo y suspiraba. La mujer estalló en un llanto amargo y algo deshecho. El hombre hizo ademán de calmarla, pero ella lo rechazó bruscamente apartando los hombros y subiéndolos hacia arriba. El hombre volvió a mesarse el pelo. Volvió a suspirar. La mujer se secó las lágrimas con la mano temblorosa y luego se sonó la nariz. Guardó el pañuelo en el bolso.
El hombre se levantó y miró hacia el cielo. La mujer suspiró. La mujer suspiró mientras el hombre se marchaba, alejándose de ella, para no volver jamás. Y la mujer se echó a llorar otra vez, temblando, sorbiéndose los mocos, porque temblaba tanto que no se acordó que tenía un pañuelo de flores en el bolso.
GUILLE MILKYWAY
Sí, lo reconozco, tengo un crush adolescente, un enamoramiento en toda regla... ¡Cómo me gusta Guille Milkyway! Supongo que es culpa de su trabajo, porque todas las canciones de La Casa Azul me hacen bailar y consiguen, como se dice en inglés to raise my spirits.
viernes, 29 de octubre de 2010
ANAGRAMA
jueves, 28 de octubre de 2010
martes, 26 de octubre de 2010
MEET MRS SHARON JONES
viernes, 22 de octubre de 2010
MARINÉ, ORESTE GATTI Y BASS
A Óscar Mariné le han dado el Premio Nacional de Diseño de este año. Mariné es el autor del póster de Todo sobre mi madre, pero en realidad el diseñador "oficial" de Almodóvar es Juan Oreste Gatti, que ha hecho el resto (Todo sobre mi madre no, probablemente porque tuvo algún desencuentro con Almodóvar, que es dado a castigar a sus colaboradores cuando se siente algo contrariado, parece).
YOU
You es una canción de Nikka Costa que, no sé porqué, al llegar a casa esta noche después del teatro he empezado a tatarear... Y de repente, he pensado en toda la gente que quiero. Quizá porque he recibido otro email de Elizabeth y me ha hecho feliz pensar que tengo la suerte de contar con ella. You es una canción que me pone de buen talante (y no, no tiene nada que ver con Zapatero), porque además de la melodía pegadiza me recuerda que hay gente que, con sólo estar en tu vida, te hace feliz.
martes, 19 de octubre de 2010
IMPULSO
MUERTE EN VENECIA
La playa.
GUSTAV: Te veo aquí cerca, Tadzio, cogido de la mano de Jaschu, dejando que se oville a tu lado, que se acuclille a tu lado; todos los chicos desearían acuclillarse a tu lado, yo desearía ovillarme en tus bellas rodillas. Venecia está apestada y sufro por ti. Pero ¡vive! Y deja que yo te viva. Quédate de pie en el borde del agua con las manos cruzadas detrás de la nuca, columpiándote lentamente sobre los dedos del pie y soñando ante las olas. Quédate de pie en el borde del agua pero no te sumerjas en ella, Tadzio, el más precioso y preciado amor. ¡Imagen y espejo! Sólo tu belleza importa, tu belleza adorada, marmórea, amarillenta. Mi Tadzio, no llegarás a viejo, ¿verdad? La cólera hindú se cierne sobre nosotros. Debiéramos marcharnos, debiera dirigirme a ella y decirle que se apresure a sacarte de aquí. Venecia está apestada. Así podría, en señal de despedida, posar la manos sobre tu cabeza, unos instantes, sonreírte. Debiera contarle a la dama del collar de perlas que Venecia está apestada y que debéis marcharos. Y dejar de verte. Dejar tu presencia marchar. Tu Belleza. Antes de que las góndolas de la muerte te lleven y un día, enfermizo como eres, admirándote en la playa, te vea caer a la orilla del mar, desfallecido. Te vea caer desde el agua, sin que pueda hacer nada; te vea derrumbarte en la tumbona justo en el mismo momento en que, dentro del agua, del mar, gire el torso y mire hacia la orilla para mirarte, para ver si sigues mirándome, si estás ahí cuidando de mí.
TADEUSZ: A veces me acerco no sé por qué, por curiosidad.
viernes, 15 de octubre de 2010
jueves, 14 de octubre de 2010
Y TIRO PORQUE ME TOCA
LARRY CLARK
Hoy he leído en el periódico que el Museo de Arte Moderno de París expone la retrospectiva Kiss the Past Hello, de la que el fotógrafo y realizador Larry Clark es el centro. Según el comisario de la muestra, "Clark es el fotógrafo por excelencia de la contracultura americana y el espejo en el que se miran los jóvenes a la deriva", concepto que más tarde desarrollarían Ryan McGinley, Nan Goldin y Ed Templeton, según dicen (aunque a mí los adolescentes casi niños aún de Clark se entroncan con la serie de niños armados con pistolas de William Klein).
La exposición ha generado cierta polémica (Clark siempre ha sido algo polémico) al no permitir la entrada a menores de 18 años.
MI IPHONE Y YO
Lo reconozco: mi iPhone se ha vuelto imprescindible. Me resisto (tanto como lo deseo) al Mac, y el iPad no me dice absolutamente nada (si bien mi iPod me resulta indispensable en mis sesiones en la sala de cardio en el gim), pero mi iPhone ¡me encanta! Y me encanta echar fotos como estas por la calle con él.
VUELVE LA ESTÉTICA RETRO
Estos días he vuelto atrás porque tengo una nueva serie entre manos y el ilustrador, alguien bastante reconocido que me pareció encantador cuando lo conocí, dijo que le gustaría darle un aire algo no tanto psicodélico como Pop, "un poco como la estética MTV", matizó. (Traía un libro de Taschen con Barbarella enmarcada en un arcoiris, y habló, cómo no, de Murakami.)
miércoles, 13 de octubre de 2010
MANUEL ALEXANDRE
martes, 12 de octubre de 2010
lunes, 11 de octubre de 2010
RITA PAVONE
Rita Pavone es una de mis cantantes italianas favoritas. Si fuera cantante, ¡me gustaría parecerme a ella! (Cómo interpreta, su fuerza, ¡todo!) Además, su delgadez y pelo corto la equiparan en estilo a Twiggy y a Edie Sedgwick, por no decir a la incomparable Audrey Hepburn.
domingo, 10 de octubre de 2010
viernes, 8 de octubre de 2010
EL MARAVILLOSO PISO DE PATSY
POEMA PARA LA LÁMPARA DE MANU
y yo,
que me siento atada a este camino
como un poste eléctrico,
intento recuperar a la niña
que reía jugando al que te pillo que te mato
y creía alcanzar el cielo
montada en un columpio.
jueves, 7 de octubre de 2010
miércoles, 6 de octubre de 2010
LECCIONES DE VIDA
"La chica se llamaba Carlie. Era tan dura como un coco. Cuando alguien le preguntaba cómo estaba, ella respondía: '¿Qué quieres?' o bien 'Lárgate'."
"Por algún motivo desconocido, los insultos no la afectaban. La gente podía insultarla sin cesar, que ella les devolvía el insulto al instante. Pero si alguien le decía algo educado o bonito se sentía fatal."
"—No, escúchame tú. Harvey y yo, y Thomas J., somos como las bolas de las máquinas del millón de los bares. Alguien echó una moneda y apretó un botón y aparecimos todos, preparados o no, da igual, y acabamos en el mismo agujero. Eso es todo. Pero tú no habrás visto que las bolas se ayuden unas a otras, ¿verdad? No pueden. No son más que cosas. Chocan contra un bumper y rebotan hacia el otro lado. Golpean esa luz y salen despedidas para allá. Y en cuanto se quedan quietas, llega alguien y echa otra moneda y otra vez empieza el baile.Yo no puedo ayudar a Harvey, ni puedo ayudarme a mí misma. Échale una buena ojeada a una máquina. Puede ser que aprendas algo sobre la vida."
"—Voy a hacer una lista sobre mí —dijo Carlie—. Se llamará 'Grandes acontecimientos y cómo fui estafada en todos ellos'.
La chica se recostó en el sofá y comenzó a contar con los dedos."
"— ¿Harvey?
—¿Que?
—¿Alguna vez has pensado en salir corriendo de aquí?
Él miró sus piernas rotas. —Pocas veces —dijo."
"El chico no levantó la vista. Se lo estaba pasando bomba. Los libros no le traían malos recuerdos. No era como con 'Las promesas que mi madre no cumplió'. Esa lista casi le hizo llorar. Casi, pero no del todo. Llorar no era tan fácil como creía la gente."
" —¿Cuál es la lista de hoy? —preguntó Carlie, sentada en los escalones de la entrada trasera.
—Es una lista de disgustos.
—No, otra más no. Todas tus listas son de lo mismo.
—Esta no la había hecho nunca. Se titula 'Regalos que me hicieron y que yo no quería' —dijo Harvey—. Me entiendes, esas veces en que esperas una cosa y te traen otra.
—Esa es la historia de mi vida —dijo la chica—. "
"—Imagínate —dijo por fin la muchacha —que somos dos niños que todavía no hemos nacido. Ahí estamos, esperando para nacer. Y viene uno con una libreta y una pluma y te pregunta: «¿Cómo quieres que sea tu padre?».
»Pediríamos un montón de cosas, ¿eh? Yo diría quiero un padre que sea guapo —al fin y al cabo, la mitad de tu aspecto depende de cómo sea tu padre—, que sea rico y que me quiera. Y muchas cosas más —se apoyó en el respaldo de la silla—. Así no tendría que decir: «quiero un padre que se quede en casa»."
"Thomas J. hizo una pausa para pensar.
—Yo creo que si las madres desean que uno les diga que las quiere deberían empezar a enseñarte desde muy pequeño."
"—¿No sería bonito —dijo por fin la chica— que pudiéramos llegar con una goma a nuestro cerebro?
—¿Qué? —dijo el chico, intrigado—. ¿Con una goma?
—Quiero decir que hay cosas que no me gusta recordar; si uno pudiera borrar esas cosas sería mucho más feliz. ¿No te gustaría tener una cabeza como un huevo, sin un solo punto negro?
—Yo casi no tengo cosas que recordar."
"—Harvey —dijo por fin.
—¿Qué?
—Vuelve a ponerte las gafas en la cara y el pelo en su sitio.
Con una ligera sonrisa, el chico así lo hizo.
—Y otra vez, Harvey.
—¿Qué?
—Prométeme que nunca intentarás parecerte a nadie más que a ti mismo.
Harvey sonrió.
—Prometido."
"—Nunca pensé que podría decir algo así, señora Mason, pero póngame a hacer alguna cosa.
—¿Quieres trabajar, Carlie?
—Tengo que desahogar mi rabia en algo."
" El chico seguía mirando su cama.
—Creo que no puedo —musitó.
—¿El qué? Ah, ¿te quieres acostar? Espera, te ayudo.
Se acercó a él.
—No, creo que no puedo resistir más tiempo esta vida.
Carlie sintió un sobresalto al comprender que Harvey no hablaba de meterse en la cama.
—Tienes que poder.
—Yo no lo creo.
—Porque, escucha, tú eres uno de nosotros. Tú, Thomas J., y yo somos un equipo. Y yo te he cogido cariño. Y cuando le cojo cariño a alguien no quiero que le pase nada. Yo no dejo a las personas que quiero."
"
—Unas Navidades decidí tener un hámster. En realidad seguía queriendo un perro, pero ya me había convencido de que era imposible. Y, además, mi madre también me había prometido un hámster. Cuando era pequeña llegó a tener veintisiete. Pensaba venderlos para ganar dinero, pero luego no pudo separarse de ellos.
—¿Ves? Eso demuestra cómo es la gente: no pueden dejar a un miserable hámster, pero tiran a sus hijos por ahí como si fueran colillas —dijo Carlie."
martes, 5 de octubre de 2010
¡COMIDA!
I'M AN ISLAND
I'm a long way swimming;
but maybe,
if you can be alone with me,
you'll never want to leave again."
Theo Nyland
lunes, 4 de octubre de 2010
METRALLA DE VIETNAM
Dos hombres en escena: el GENERAL GLOSTER, sucio, desmejorado y abatido; y el SOLDADO PYLE, de piernas deshilachadas, corte de pelo militar y amplia sonrisa rota.
GLOSTER- Piensa en tu hijo.
PYLE- Hace un calor extremo. Los dientes te duelen. Hay compañeros muertos, sus cuerpos intactos, por el camino que seguimos. Hay huellas de pies, de botas. Nos dicen cómo algunos se retiraron de los pueblos a la vera de los caminos, y de los caminos a los barrancos, lanzando sus armas. (Pausa.) Debo evitar pensar.
GLOSTER- En las circunstancias del combate no siempre es posible determinar con seguridad lo que ocurre con un soldado en particular o con grupos de hombres. (Pausa.) Especialmente de noche.
PYLE- desaparece río abajo llevado por la corriente, que arroja hojas sobre su cuerpo. Nos quedamos en la orilla, sin atrevernos a cruzar el río, temerosos que la corriente baje de repente otro cuerpo y sintamos sus brazos chocar contra nosotros. Sus muslos. Nos quedamos en la orilla, temerosos que la corriente le tumbe boca arriba y nos muestre sus ojos abiertos.
PYLE- Retrocedemos. (Pausa.) No es nuestro primer cadáver, pero sí la primera vez que no comprendemos qué hacemos ahí.
GLOSTER- Nunca me he rendido.
PYLE- Miles de bengalas de todos los colores surcan el aire. Todo el horizonte está iluminado como si fuera de día. Por el cielo vuelan enormes bandadas de pájaros atemorizados por el zumbido y el tronar de las explosiones. (Silencio.) Y de pronto, uno cae en la cuenta de que estamos en primavera. A través de los escombros llega el perfume de los árboles sin dueño.
GLOSTER- No rendirse nunca es lo importante.
PYLE- ¿Qué hacemos aquí? (Oscuro.) Intactos, por el camino que seguimos. Hay huellas de pies. (Silencio.) No comprendemos que hacemos ahí.
GLOSTER- Lo importante es no rendirse nunca.
(Silencio.)
domingo, 3 de octubre de 2010
ALMAS
1. La de mi padre
Le agarró del cuello como si fuera un tocino. Mi padre agarró del cuello a mi hermano y lo zarandeó con fuerza, le puso un cuchillo en la boca y dijo: «¡Dime que vas a matarme, anda, dímelo!». Miré a mi padre a la cara mientras mi madre intentaba calmarle: «Venga, déjalo. ¿No ves que son niños?». Miré a mi padre a la cara mientras él respondía: «Y una mierda»; y pensé: «Va a matarnos».
«Lo raro es vivir», pienso, y lo supe desde que me hice mayor. Porque lo bueno y lo malo es que no se es siempre pequeña. Yo parecía mayor a mis once o doce años. Tenía unas piernas muy largas, me las miraba desde arriba y nunca se acababan. Mi hermano se cogía a ellas algunas noches y yo le susurraba: «¿No puedes dormir?», porque él gemía y se aferraba a ellas. «¿Quieres que te acaricie la espalda?» Y entonces se quedaba mudito como una mariposa helada, perdido en lo lejos de lo lejos, y cuando yo notaba que se dormía me cosía a la pared para que él, medio dormido ya, se acomodase; y me levantaban los gritos de papá y la boca de mi hermano gimoteando en mi barriga, y sus brazos, y mi espalda rota... Oíamos la voz de papá cada vez más alterada. «Se están peleando», decía mi hermano. Yo respondía quedamente: «Sólo discuten un poco, no es nada». Pero me quedaba callada en la cama y junto a sus brazos y su boca, mi espalda vidriosa. Volvía la cabeza con gesto preocupado como suelo hacerlo ahora cada vez que mi hermano deja el tenedor en la mesa y repite: «Estoy en un callejón lleno de moscas, si sólo pudiera abrirme los ojos con una navaja para verlo todo de otra forma...». Y yo trato de reírme llamándole bobo y le miro a los ojos y encuentro sus uñas asidas a sus dientes porque sabe que ya no es un niño ni puede dormir en mis piernas; entonces advierto que cualquier día de éstos va a llegarme su ausencia y se me caerá el mundo roto entre mis dedos frágiles de marioneta herida.
Recuerdo de mi madre los ojos, alguna de sus canciones y el único día que me cogió en brazos, corriendo calle abajo, entre la multitud, huyendo de la policía. Giraba la cabeza con miedo para cerciorarse de que los agentes estaban lo suficientemente lejos como para escapar de sus porras y luego seguía corriendo como si le fuera la vida en ello, sintiendo debilitarse sus brazos por mi peso. Yo me agarraba fuerte a ella y mi madre repetía: «Eso es, cariño, cógete fuerte»; y yo volvía a aferrarme al cuello blanco de mi madre. Y cuando sus piernas no resistían, se cobijaba en cualquier portal y me susurraba que me tapara la pegatina que llevaba en el jersey, a la altura del corazón, con el anorak. Yo, que solía ser curiosa, le preguntaba que por qué, y mi madre me apretaba más contra sí y me decía: «Cállate». Pasaba la policía corriendo, agitando sus porras, por delante de nosotras, y casi no nos veían, parecíamos una madre asustada con su niña en brazos a quienes había sorprendido la manifestación en medio de la calle, al volver a casa. Y al pasar los agentes, mamá escondía mi cabeza en su pecho y yo me reía y le susurraba: «Nos estamos escondiendo de ellos, ¿verdad?».
Soñaba ser trapecista. Me imaginaba con un corsé azul lleno de estrellas plateadas saludando al público con los brazos alzados y extendidos, sonriendo, mi pie derecho delante del izquierdo, en punta. Un foco iluminaba mi cara risueña, maquillada, la sombra de los ojos llena de purpurina para que, al volar sobre el trapecio, los puntos dorados encendieran la carpa, para que una lluvia de diminutas pepitas de oro cayera desde mis ojos a la arena de la pista. Me convertía en una paloma libre y osada que probaba piruetas arriesgadas y complejas: mis fuertes brazos agarrados al trapecio, mis piernas delgadas abriéndose como girasoles aferrados a los días de verano. Y los niños abrían mucho los ojos y se tapaban la boca con ambas manos suspirando: esa marioneta que aleteaba encima de sus cabezas, deslizándose sobre el trapecio, columpiándose sobre el viento, tendría sólo unos once o doce años.