"La chica se llamaba Carlie. Era tan dura como un coco. Cuando alguien le preguntaba cómo estaba, ella respondía: '¿Qué quieres?' o bien 'Lárgate'."
"Por algún motivo desconocido, los insultos no la afectaban. La gente podía insultarla sin cesar, que ella les devolvía el insulto al instante. Pero si alguien le decía algo educado o bonito se sentía fatal."
"—No, escúchame tú. Harvey y yo, y Thomas J., somos como las bolas de las máquinas del millón de los bares. Alguien echó una moneda y apretó un botón y aparecimos todos, preparados o no, da igual, y acabamos en el mismo agujero. Eso es todo. Pero tú no habrás visto que las bolas se ayuden unas a otras, ¿verdad? No pueden. No son más que cosas. Chocan contra un bumper y rebotan hacia el otro lado. Golpean esa luz y salen despedidas para allá. Y en cuanto se quedan quietas, llega alguien y echa otra moneda y otra vez empieza el baile.Yo no puedo ayudar a Harvey, ni puedo ayudarme a mí misma. Échale una buena ojeada a una máquina. Puede ser que aprendas algo sobre la vida."
"—Voy a hacer una lista sobre mí —dijo Carlie—. Se llamará 'Grandes acontecimientos y cómo fui estafada en todos ellos'.
La chica se recostó en el sofá y comenzó a contar con los dedos."
"— ¿Harvey?
—¿Que?
—¿Alguna vez has pensado en salir corriendo de aquí?
Él miró sus piernas rotas. —Pocas veces —dijo."
"El chico no levantó la vista. Se lo estaba pasando bomba. Los libros no le traían malos recuerdos. No era como con 'Las promesas que mi madre no cumplió'. Esa lista casi le hizo llorar. Casi, pero no del todo. Llorar no era tan fácil como creía la gente."
" —¿Cuál es la lista de hoy? —preguntó Carlie, sentada en los escalones de la entrada trasera.
—Es una lista de disgustos.
—No, otra más no. Todas tus listas son de lo mismo.
—Esta no la había hecho nunca. Se titula 'Regalos que me hicieron y que yo no quería' —dijo Harvey—. Me entiendes, esas veces en que esperas una cosa y te traen otra.
—Esa es la historia de mi vida —dijo la chica—. "
"—Imagínate —dijo por fin la muchacha —que somos dos niños que todavía no hemos nacido. Ahí estamos, esperando para nacer. Y viene uno con una libreta y una pluma y te pregunta: «¿Cómo quieres que sea tu padre?».
»Pediríamos un montón de cosas, ¿eh? Yo diría quiero un padre que sea guapo —al fin y al cabo, la mitad de tu aspecto depende de cómo sea tu padre—, que sea rico y que me quiera. Y muchas cosas más —se apoyó en el respaldo de la silla—. Así no tendría que decir: «quiero un padre que se quede en casa»."
"Thomas J. hizo una pausa para pensar.
—Yo creo que si las madres desean que uno les diga que las quiere deberían empezar a enseñarte desde muy pequeño."
"—¿No sería bonito —dijo por fin la chica— que pudiéramos llegar con una goma a nuestro cerebro?
—¿Qué? —dijo el chico, intrigado—. ¿Con una goma?
—Quiero decir que hay cosas que no me gusta recordar; si uno pudiera borrar esas cosas sería mucho más feliz. ¿No te gustaría tener una cabeza como un huevo, sin un solo punto negro?
—Yo casi no tengo cosas que recordar."
"—Harvey —dijo por fin.
—¿Qué?
—Vuelve a ponerte las gafas en la cara y el pelo en su sitio.
Con una ligera sonrisa, el chico así lo hizo.
—Y otra vez, Harvey.
—¿Qué?
—Prométeme que nunca intentarás parecerte a nadie más que a ti mismo.
Harvey sonrió.
—Prometido."
"—Nunca pensé que podría decir algo así, señora Mason, pero póngame a hacer alguna cosa.
—¿Quieres trabajar, Carlie?
—Tengo que desahogar mi rabia en algo."
" El chico seguía mirando su cama.
—Creo que no puedo —musitó.
—¿El qué? Ah, ¿te quieres acostar? Espera, te ayudo.
Se acercó a él.
—No, creo que no puedo resistir más tiempo esta vida.
Carlie sintió un sobresalto al comprender que Harvey no hablaba de meterse en la cama.
—Tienes que poder.
—Yo no lo creo.
—Porque, escucha, tú eres uno de nosotros. Tú, Thomas J., y yo somos un equipo. Y yo te he cogido cariño. Y cuando le cojo cariño a alguien no quiero que le pase nada. Yo no dejo a las personas que quiero."
"
—Unas Navidades decidí tener un hámster. En realidad seguía queriendo un perro, pero ya me había convencido de que era imposible. Y, además, mi madre también me había prometido un hámster. Cuando era pequeña llegó a tener veintisiete. Pensaba venderlos para ganar dinero, pero luego no pudo separarse de ellos.
—¿Ves? Eso demuestra cómo es la gente: no pueden dejar a un miserable hámster, pero tiran a sus hijos por ahí como si fueran colillas —dijo Carlie."
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