sábado, 14 de agosto de 2010

LARSSON


Los hombres que no amaban a las mujeres (no el título, sino lo que significa esa frase), hacen llorar.
Lo que sufre Lisbeth Salander hace llorar.
La violencia me duele. Siempre. Ante la violencia vengadora, como la de Lisbeth con su tutor o la del personaje de Patricia Arquette en Amor a quemarropa cuando daba su merecido a sus agresores, la gente aplaude en los cines y uno piensa en el ojo por ojo, pero sigue doliendo. Porque hay dos posiciones encontradas que lidian: la de la propia Lisbeth, que afirma que el malo "tuvo la misma oportunidad que todos. Uno elige quién quiere ser", y la de Blomkvist, que dice: "Yo nunca hubiera hecho eso, pero entiendo por qué lo has hecho".

Cuando leí el libro de Larsson, si bien no es el tipo de novela de la que disfruto, entendí que fuera un besteller. Tanto la lectura del libro como el visionado de la película, de extensión nada reducida, pasan como una exhalación. La película es una buena versión cinematográfica pese a que, como siempre, se deban eliminar muchos detalles de la trama original. Uno de ellos, los escarceos amorosos del protagonista con su amiga y codirectora de Millenium y con una de las familiares del hombre que le contrata. Así, en el film, si bien la relación entre ambos protagonistas sigue siendo complicada por los issues de Salander, la relación es algo más romántica, ya que deja entrever que Blomkvist quiere realmente establecer algo con la chica.

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