miércoles, 6 de febrero de 2019

MI BELLA QUERIDA

Del oficio de editora, me quedo con la relación de afecto que establezco con algunos autores que publico. Me gusta pensar que sigo los pasos de la vieja escuela, esas Balcells, esos Herraldes que, además de editar los textos a sus autores, se encariñan de ellos y comparten confidencias en noches y habitaciones de hotel, casas y cafés. A veces, solo a veces, los odian también.

Una de estas autoras a las que, además de admirar, quiero terriblemente, es Elvira Sastre, quien ganó el lunes el Premio Biblioteca Breve con su primera novela. La conocí en Madrid, donde nos citamos en un café hace tantos años que he perdido la cuenta. Por aquel entonces ambas éramos dos personas diferentes a las que somos ahora. Hablamos, nerviosas, entre algún que otro silencio, pero nos gustamos. Yo tenía mucho ganado: me llamaba como su hermana.

Ella, para mí, siempre será esa chica segoviana que me lleva irremediablemente a Tango, un perro que compartió con el mundo y conmigo y cuyo recuerdo nos une. Una chica seca que ha aprendido a desenvolverse mejor y que me sigue gustando. Mucho.



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