miércoles, 20 de febrero de 2019

QUIENES MERECEN LA FELICIDAD


"Sonrío y comprendo en un instante que mi vida está donde me lleve la música. Y la música siempre me llevará al amor, a la elección correcta, a hacerme ver que no me equivoco cuando siento algo tan intensamente que quiero salir y conquistar el mundo.
Llego a la puerta de casa, respiro profundamente, sonrío, me dejo empapar por la fina lluvia que no ha dejado de calarme lentamente. Y mientras las gotas caen por mi piel pienso que la vida, al fin y al cabo, es como el viaje de una gota de lluvia: nunca sabemos dónde vamos a ir a parar, pero sí tenemos la posibilidad de elegir quiénes serán los compañeros con los que hacer el viaje." El insólito viaje de una gota de lluvia, María Villalón.


Esta es la historia de una rondeña a quien la suerte le daba una de cal y una de arena. Pero la vida confía en ella y en su don, y cada vez que parece que su camino es otro, de nuevo los hados construyen un puente para que cruce al otro lado. La arena y la cal.

María es música, arte y, sobre todo, esa bondad de la que hablaba Machado. Y quienes la conocemos, quienes hemos trabajado con ella y compartido momentos, lo sabemos. Mis recuerdos de María me provocan una sonrisa y llenan de afecto mi corazón: la cena con sus padres y hermana tras la presentación de su novela en Madrid (¡que pagaron ellos!); la vez que le cantó a mi padre (enfermo) por el móvil tras un concierto...

La primera vez que me hablaron de ella y descubrí, por Internet, que tras ganar un concurso televisivo y grabar un cedé no se le habían caído los anillos por trabajar en un McDonald's cuando fue necesario el sustento de otro modo, supe que quería editarla; una persona así merecía la oportunidad. La cal es que creamos algo bonito, una novela que ella escribía con mucha fuerza de voluntad en los trayectos en tren que la llevaban al trabajo. Volvió a componer. A cantar. Y el libro funcionó bien, y ella se recorrió casi todos los FNAC de la península poniendo, de nuevo, todo su empeño. La arena llegó tras algunos años: el libro se destruyó, la música era una pared gruesa sin puertas y ella marchó a Escocia a encontrar su norte. De nuevo, la vida le tendió la mano, volvió a susurrarle: "No te rindas".
Y aquí está, de nuevo. Porque María merece la felicidad.



miércoles, 6 de febrero de 2019

MI BELLA QUERIDA

Del oficio de editora, me quedo con la relación de afecto que establezco con algunos autores que publico. Me gusta pensar que sigo los pasos de la vieja escuela, esas Balcells, esos Herraldes que, además de editar los textos a sus autores, se encariñan de ellos y comparten confidencias en noches y habitaciones de hotel, casas y cafés. A veces, solo a veces, los odian también.

Una de estas autoras a las que, además de admirar, quiero terriblemente, es Elvira Sastre, quien ganó el lunes el Premio Biblioteca Breve con su primera novela. La conocí en Madrid, donde nos citamos en un café hace tantos años que he perdido la cuenta. Por aquel entonces ambas éramos dos personas diferentes a las que somos ahora. Hablamos, nerviosas, entre algún que otro silencio, pero nos gustamos. Yo tenía mucho ganado: me llamaba como su hermana.

Ella, para mí, siempre será esa chica segoviana que me lleva irremediablemente a Tango, un perro que compartió con el mundo y conmigo y cuyo recuerdo nos une. Una chica seca que ha aprendido a desenvolverse mejor y que me sigue gustando. Mucho.



viernes, 1 de febrero de 2019

UN CHICO DEL HARLEM

Hasta hace apenas pocos años, yo no sabía quién era James Baldwin. Pero en un cursillo de verano de dramaturgia en el Obrador de la Sala Beckett, Sasha Mariana Salzmann me lo descubrió. Como a ella la adoraba, compré casi toda la obra (dramática y de ficción) de este hombre menudo cuya fuerza de león le hizo emprender un viaje a París para sobrevivir a un tiempo y un lugar que le parecían vetados. Baldwin era pobre, negro, homosexual. Y norteamericano. Pero supo denunciar aquella sociedad de la que provenía en sus obras, y supo alzar la voz contra las injusticias que se vivían en ellas, especialmente para la población negra. Habló claro en una época en la que no todos lo hacían. Y por eso le admiro, no por el escritor que fue, sino por el hombre, como él mismo decía ("I am not a nigger. I am a man"), que demostró ser.