Las de Medem siempre son historias de amor. Y por eso yo siempre acabo enamorándome de sus protagonistas. Me pasó con J., con Otto y Ana, con Lucía y Elena y, hoy, tras ver Caótica Ana, me he enamorado del personaje de Manuela Vellés y de cómo sonríen y brillan sus ojos. Incluso me han dado ganas de hacerme rastas, volverme algo hippie y pasar este verano en Ibiza.
La secuencia más bonita: Ana recién llegada a Madrid paseando por la ciudad moviendo las manos, recordando a su padre.
Sólo un par de objeciones a la película: el final con el político norteamericano (¿hacía falta?, rompe la poeticidad creada durante todo el film) y lo poco que se entiende a Bebe. (Me parece bien que los directores apuesten --arriesguen-- por no actores pero ¡que les den clases de dicción! Para actuar, es indispensable vo-ca-li-zar.Como decía una profesora mía de teatro: "Ya puedes sentir todas las emociones del mundo que, como el público no entienda lo que dices, no sirve para nada".)
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