miércoles, 14 de noviembre de 2018

SENSACIONES

Llevo unos días reflexionando mucho sobre hechos pasados y... los siento como si, en ellos, yo hubiera sido Ingrid Bergman en Estrómboli. Esa isla yerma, dura y hostil a la que llegaba Karen de la mano de su esposo italiano la recibía como a una mujer extraña. Diferente. Asimismo, y durante el rodaje, la propia actriz debió sentirse así al protagonizar un adulterio que provocaría el rechazo de la sociedad que, poco antes, tanto la admiraba. Así me sentí yo hace unos meses, incomprendida, asediada, prisionera, injustamente juzgada. Aún siento, a veces, el peso de tantos ojos en mí.



Pero la terra di dio en la que vivimos es esto, un enorme volcán en permanente peligro de erupción y uno, como en Estrómboli, sabe que el desenlace es un final abierto. 

miércoles, 19 de septiembre de 2018

YO NO SOY RACISTA



Ayer tuve un encuentro ¿interesante? Como ando en época de cambios, estoy deshaciéndome de bastantes cosas, y algunas las vendo en Wallapop. Un chico se interesó por la ropa de hogar, y quedamos para la compra-venta. Cuando le comenté que la ropa estaba impoluta el chico, latinoamericano, y cuyas facciones revelaban su origen indígena, me dijo que ya se veía que yo era limpia, que si se hubiera encontrado con una marroquí o una "negrita", pues no les hubiera comprado la ropa. Supongo que mi cara me delató, porque inmediatamente apostilló: "Yo no soy racista, ni nada, ¿eh? Sólo que esas personas...". Y no dije nada, porque a veces una se levanta abanderada de los marginados y otras, la mayoría, sólo callo, sorprendida ante la atrevida ignorancia de los desconocidos. Pero me hizo pensar. Me hizo pensar que ahí radica el éxito de gente como Trump: en lograr que algunos crean que el "otro" no son ellos.

lunes, 17 de septiembre de 2018

EL PECADO DE SER MADRE

Hay un momento crítico en la vida de una mujer en el que su carrera profesional, su cuerpo y sus aspiraciones cambian por completo: el día en que se convierte en madre. Puede parecer un cliché, pero cuando tu metabolismo se rebela y estás exhausta, dedicada solamente al hogar, preguntándote si alguna vez volverás a ser tú misma, tu autoestima recibe un buen mazazo. Y no es fácil de sobrellevar.


De repente, tienes que conjugar dos facetas completamente en lucha: necesitas ser un referente moral, una figura de autoridad y cariño y por otra parte no perder tu esencia, aquello que te hacía ser tú. Porque toda maternidad acarrea una suerte de metamorfosis que puede devenir en una verdadera crisis de identidad. Es algo maravilloso, sí, pero también duro y triste en ocasiones.

De eso habla, de algún modo, Tully. Tully es la niñera que sueña toda madre (si pudiéramos permitírnosla) y que consigue que Charlize Theron se permita recuperar la ilusión, descansar, disfrutar de pequeños placeres diarios y volver a encontrarse.

Yo llevo cinco años de maternidad en los que he llorado y dudado mucho. También he sentido la felicidad plena, claro, pero he debido sacrificar demasiado tanto en la vida personal (ser madre soltera limita sobremanera tu libertad para seguir creciendo, aprendiendo, amando, compartiendo...) como en la profesional (me he visto obligada a renunciar al trabajo de mis sueños, que ejercía con pasión y de manera efectiva, para poder atender a mi hijo). Lamentablemente, pocos entienden realmente lo que supone la crianza de un hijo, el arraigo familiar que crea. Las cosas a las que una debe renunciar para cuidarle como necesita y merece. Como me dijo mi amiga Adela una vez: "Si todos los adultos nos acordáramos que fuimos niños, personitas indefensas y dependientes, el mundo sería mejor".