jueves, 16 de enero de 2020

RECORDAR A LOS MUERTOS

Era 31 de diciembre. Me dirigí a la biblioteca de mi barrio, pues había recibido un mensaje; les había llegado un libro que había pedido. Al buscar el ejemplar en el estante de libros reservados, topé con un nombre en uno de los lomos que acompañaban a mi libro: Enrique de Hériz. Y de repente entendí que trascender la muerte con el arte es una manera de vivir. Era el último día del año y Enrique, a quien tanto queríamos quienes le conocíamos, pues era sumamente cariñoso con los demás, y quien nos había dejado hacía apenas unos meses, volvía a estar presente, e insistía, a su modo, en pervivir en la voluntad del lector que había escogido Historia del desorden para empezar el año. Y sonreí, porque Enrique seguiría entre nosotros en este 2020 que acaba de empezar.