Mi madre es cinéfila, y de mi adolescencia recuerdo quedarme despierta hasta tarde los jueves por la noche viendo con ella las películas de los diferentes ciclos que echaban en La 2. Recuerdo especialmente el ciclo a Marlon Brando, porque era uno de sus actores (y hombres) favoritos, como ha acabado siendo también para mí. Y de esas películas, algunas me impresionaron enormemente, como
Doce hombres sin piedad. Me sobrecogió sobremanera cómo Davis, el personaje de Henry Fonda, conseguía cambiar la opinión de sus once compañeros de jurado y, de este modo, salvar a un adolescente de la silla eléctrica.
Es una película para la reflexión, porque no se demuestra realmente la inocencia del chico, pero sí se apela a la "duda razonable" que debe pesar en nuestro veredicto.
Una obra maestra.
