Este Grec me está reportando gratas sorpresas. No como otros años, que espectáculos como el de Peter Greenaway en el Teatre Grec me parecieron soporíferos. Si bien empecé este Festival Grec 2011 con mal pie (caí enferma y no pude ir a ver La flauta mágica por Peter Brook aún y tener entrada), he podido resarcirme al disfrutar de Luces de bohemia, de Valle-Inclán y dirigida por Oriol Broggi y I Am the Wind, de Jon Fosse y dirigida por Patrice Chéreau.
De la puesta en escena de Broggi me gustó cuán fiel se puede ser a un texto haciendo una propuesta de lo más moderna. Era casi redondo: hacerlo en la Biblioteca de Catalunya, haber llenado de arena el suelo, la luz que simulaba las farolas callejeras y la penumbra, las canciones, el tono y los actores.
Pero I Am the Wind casi me hizo llorar. Tiene uno de esos principios potentes que te atrapan y en los que ya sabes que la obra no te va a soltar. Quise llorar porque, siendo espectadora en ese momento en el Teatre Lliure, pensé que sólo por momentos así, por presenciar el trabajo de esos actores, por escuchar ese texto tan bien recogido en la propuesta ofrecida por Chéreau, vivir es un privilegio. I Am the Wind es el tipo de obra que me hubiera gustado escribir. La dirección de Chéreau, el tipo de puesta en escena que me hubiera gustado para mi trabajo.
A veces, uno va al teatro y, al salir, la vida le parece un milagro.
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